lunes, 22 de enero de 2018
CD 195 – Marco Polo: Cuando el Mundo Era Más Ancho y Ajeno
Marco Polo tenía diecisiete años cuando, en 1271, salió de Venecia y emprendió el viaje a Extremo Oriente en compañía de su padre, Nicolás, y de su tío Mateo. Allí vivió en la corte del emperador Kublai Khan, presenció batallas de elefantes, habló con astrólogos chinos y magos y lamas tibetanos, habitó en palacios de reyes y tiendas de nómadas, participó en cacerías con tigres amaestrados, fue embajador, gobernador y espía del emperador. Sus ojos vieron razas y paisajes maravillosos, y su descripción asombraría al mundo occidental.
Marco Polo
En 1295, Marco Polo regresó a Venecia y se vio envuelto en el conflicto que su ciudad mantenía con Génova por la hegemonía mercantil. Al parecer, cuando en 1298 tomaba parte, como sopracomite al mando de una galera, en el combate naval de Curzola, fue apresado por los genoveses. Así fue a parar a una prisión, donde conoció al escritor Rustichello de Pisa, a quien narró su asombroso viaje a Extremo Oriente. Su relato, escrito en las postrimerías del siglo XIII, es el viaje más apasionante jamás narrado.
El Libro de las maravillas
El libro que surgió del relato de Marco Polo a Rustichello de Pisa se tituló exactamente, según la tradición, El libro de Marco Polo ciudadano de Venecia, llamado Millón, donde se cuentan las maravillas del mundo. Con el tiempo fue llamado también La descripción del mundo, El descubrimiento del mundo, Libro de las maravillas o Libro de las maravillas del mundo y Il Milione o Milione (Millón).
Es creencia generalizada que el título de Il Milione surgió del mote irónico que los contemporáneos dieron a Marco Polo al entender que exageraba cuando hablaba de las fabulosas riquezas de Catay. "No he escrito ni la mitad de lo que vi", se defendía inútilmente. El erudito Giovanbattista Ramusio, en su obra Acerca de navegaciones y viajes (publicada en 1559), escribió que los jóvenes venecianos visitaban a Marco Polo para preguntarle cosas de Catay y del Gran Khan. Como Marco Polo decía que las rentas del Gran Khan "eran de diez a quince millones de oro, y así otras muchas riquezas de aquellos países las refería todas en millones, le pusieron de apodo micer Marco, llamado Millones, que así todavía, en los libros públicos de esta república donde se hace mención de él, lo he visto anotado: y la corte de su casa, desde aquellos tiempos acá, es vulgarmente llamada del Millones".
En efecto, en Venecia hay una pequeña plaza llamada Corte Seconda del Milion, donde quedan vestigios de lo que probablemente fueron la vivienda y los almacenes de los Polo. Sin embargo, algunos estudiosos aseguran que Milion era el apodo familiar de los Polo por aféresis de Emilione, de modo que el título de Il Milione dado al libro equivaldría a "libro de Emilione" o, lo que es lo mismo, "libro de Polo".
Marco Polo y Rustichello
No se sabe a ciencia cierta si el relato de sus aventuras en tierras de Catay fue hecho por Marco Polo a Rustichello de Pisa en su totalidad durante su estancia en la cárcel genovesa o completado más tarde en Venecia. Rustichello ha sido identificado, por unos, con un hijo de Guido Rustichelli, juez y notario de Pisa, y, por otros, con un escribano de la visita del emperador Enrique VII de Inglaterra a Italia entre diciembre de 1310 y mayo de 1313.
Se desconoce el protagonismo de Rustichello en la decisión de redactar el libro y el grado de implicación en la disposición y escritura del texto. Se trata de una cuestión muy polémica: para algunos, Marco Polo sería el único autor y Rustichello se encargaría de recoger el dictado del veneciano, usando la tradición caballeresca para componer un relato que fuese leído con deleite por sus contemporáneos; para otros, el dictado sería parte de esa misma tradición, un convencionalismo que esconde el protagonismo del escriba Rustichello. Éste, además de los testimonios orales de Marco Polo, habría empleado varios documentos escritos por el veneciano previamente, lo que explicaría la precisión, abundancia y detalle de ciertas informaciones del libro, difíciles de almacenar en la mente después de tantos años. En cuanto a la naturaleza de estos documentos, pudieron ser pequeñas notas, itinerarios y cartas geográficas.
En cualquier caso, Rustichello supo identificarse plenamente con la "descripción del mundo" que le hizo "micer Marco Polo, sabio y noble ciudadano de Venecia", porque las cosas de las que hablaba, desde las soberbias riquezas hasta las fantásticas criaturas, las había visto "con sus propios ojos". Es probable que Rustichello también aportara algo de su fantasía, pues cuando Marco Polo lo conoció ya era autor de una novela de caballería artúrica, cuyas dos partes se titulan Meliadus y Guiron le Courtois, y en la que se funden las tradiciones de los caballeros de las mesas redondas de Uter Pendragón y de su hijo Arturo. El mismo inicio del libro evoca la presentación de un juglar ante su público: "Señores, emperadores y reyes, duques y marqueses, condes, caballeros y burgueses...".
Las especulaciones sobre la escritura del libro parten de la pérdida del manuscrito original. El más antiguo de los que han sobrevivido está escrito en francoitaliano, pero con muchas palabras toscanas y venecianas. La doctora Barbara Wehr ha afirmado que el texto más próximo al original sería el traducido al latín por fray Francisco Pipino entre 1310 y 1317, a partir de un primer original veneciano. Según esta historiadora, el misterioso Rustichello habría inventado el dictado de Marco para dar verosimilitud a su obra, ampliando el original de Marco con pasajes y aventuras basadas en la literatura caballeresca. En cambio, John Larner apuesta por la cooperación literaria entre el viajero Polo, que seguía desconcertado por sus vivencias en Oriente, y un escriba que vertió esas experiencias en un molde literario hacia 1298, siguiendo las fórmulas y tradiciones retóricas de la literatura caballeresca.
Varios investigadores apuestan por la existencia de dos o más versiones originales, como resultado de diversos borradores y tentativas. De ellas se habrían originado los ciento cincuenta manuscritos medievales que actualmente se conservan, muchos de los cuales no tienen un final, algo que se inventó un temprano traductor toscano que pensó que necesitaba uno. La primera edición impresa se publicó en Nuremberg en 1477.
Un narrador maravillado
El Libro de las maravillas fue la primera obra de Occidente que describió de forma sistemática el mundo oriental y en especial China, donde Marco Polo había residido durante diecisiete años al servicio del emperador Kublai Khan, de la dinastía mongola Yuan. Concebido como el libro de memorias de un mercader, sus páginas informan minuciosamente sobre la organización administrativa, monetaria, aduanera y postal de los países visitados, a la vez que recrean la exótica policromía de la sociedad oriental.
En el relato de Marco Polo se manifiesta un tono maravillado ante los espectáculos de la naturaleza y los pueblos de las riquísimas y misteriosas regiones orientales. Son famosísimas sus páginas acerca del Viejo de la Montaña (de cuya leyenda se hallan rastros en muchas novelas medievales), sobre la vida de la residencia veraniega del Gran Khan en Xanadú y los usos del antiguo imperio chino. Es bella por su aliento épico y fabuloso la descripción de la batalla entre el rey Alan (Halagu, Khan de Persia) y el rey Barca (Berke, Khan de la Horda de Oro); está reproducida de manera lograda la lucha entre los dos pueblos conquistadores, en el sentido sangriento de la lucha por la vida y por la gloria.
Estupendas por sus descubrimientos de tierras nuevas son las descripciones de sus largos viajes a caballo por landas infinitas, pasando a vado los ríos, encontrando gentes desconocidas aun para los mismos orientales, y conociendo animales hasta entonces considerados como fabulosos. Son notables por su aspecto estrictamente documental, en lo que se refiere a su actividad de mercader, las noticias sobre especias raras (como por ejemplo la pimienta y el jengibre) o sobre el petróleo de Armenia, el carbón fósil del Catay y las piedras preciosas.
Marco Polo siente su orgullo de europeo, habituado a una civilización milenaria; pero del mismo modo que intuye una nueva vida de pueblos errantes llena de hechizo y de misterio, sabe sostener un tono muy suyo de moderación y prudencia, debido al conocimiento de los hombres de tierras tan lejanas de su patria. Un importante documento histórico es el constituido por la narración de la laboriosidad de Marco en Yangzhou, donde fue gobernador durante tres años. En sus actos se observa siempre una gran pericia de hombre que sabe apreciar los hechos y las cosas, y en toda ocasión aplica un espíritu de moderación justa y precisa que consigue dominar los acontecimientos. Así brilla su cordura de guiador de hombres (veneciano de antiguo cuño) aun en medio de difíciles reveses.
Pero lo que más atrae en la narración de Marco Polo (y constituye el hechizo que han experimentado siempre sus lectores europeos aun a través de malas refundiciones de su narración) es aquel sentido de estupor y maravilla por un mundo aparecido como por encanto a los ojos de un hombre habituado a la dureza de la vida cotidiana, entre la industria y el tráfico y los riesgos de marineros y mercaderes: palacios de oro y de plata, jardines fragantes de mil raras flores, ceremonias solemnes entre muchedumbres prosternadas ante ídolos y autoridades reales, tropas de guerreros en lucha tremenda por la posesión de una tierra, y costumbres, lenguas, sentimientos nunca conocidos por la antiquísima civilización mediterránea, si no eran vislumbrados a través de alguna leyenda lejana.
Esta entrega a un mundo de contrastes y de esplendores anima esta extensa narración, le confiere los caracteres de un universo poético y la sitúa entre los más ricos testimonios de la Europa medieval y de la época de los primeros descubrimientos geográficos. Y con justicia se ha podido decir que con su libro Marco Polo dio a Italia precisamente la obra épica y robusta que le faltaba, en comparación con la literatura caballeresca de los demás pueblos.
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Track 08: Referencias de Borges (01:25)
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Producción General y Edición: Blanca Curia
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