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miércoles, 20 de julio de 2022

CD 321 – Con Voz Propia: : “Una Literatura Regional pero No Costumbrista”

“Cuando empecé a escribir, 

enseguida dije ‘quiero ser escritora’” 

Desde que empecé a escribir hasta que publiqué el primer libro pasaron 10 años y, hasta que le fue bien a un libro, habían pasado 20. Me llevó bastante tiempo sentirme cómoda con la idea de decir “soy escritora”. No lo sentía como un oficio. Mi relación con la escritura es extraña. Soy muy errática, no tengo una disciplina de trabajo. Si no hay un proyecto en vista puedo no escribir y no pasa nada, no siento que dejé de ser escritora o que nunca más voy a escribir, pero cuando eso sucede, que sucede de vez en cuando, pienso “si lo paso tan bien, si me divierte tanto hacer esto, ¿por qué no lo hago más seguido?”. Mis temas son siempre los mismos: la familia, las relaciones familiares… y algo que me hicieron ver los lectores es que en mis libros está muy presente el mundo del trabajo físico, del trabajo bruto, casi no hay intelectuales. Me interesa la geografía del interior. Ya sea Entre Ríos, ya sea Chaco, son lugares que están siempre. 

 

(Fuente: https://www.rumbosur.org/universos-literarios/selva-almada/?gclid=EAIaIQobChMI5dWhu7X4-AIVwkBIAB3wDA8aEAMYASAAEgKol_D_BwE) 



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Track 01: Off Side – Cuento Leído por Enrique “Quique” Pesoa (16:37)  

Track 02: Cinco Preguntas a Selva Almada (02:45) 

Track 03: Selva Almada Charla con Flavia Pitella en El Tercer Lugar (40:10)  

Track 04: Selva Almada, Una Escritora de Provincia (26:11)  

Track 05: Selva Almada Entrevistada en Autores x Autores (01:39:05)  

Track 06: Selva Almada Habla de Feminicidio y Literatura (05:06)  

Track 07: Off Side – Cuento (13:32)  

 

Fuentes: 

Track 01: "Off side" de Selva Almada - por Quique Pesoa - YouTube 

Track 02: Cinco preguntas: Selva Almada - YouTube 

Track 03: Selva Almada Charla con Flavia Pitella en El Tercer Lugar - Bing video 

Track 04: Entrevista a Selva Almada: Una escritora de provincia. - YouTube 

Track 05: Selva Almada. Autores x autores / octubre 2019 - YouTube 

Track 06: Selva Almada habla de feminicidio y literatura - YouTube 

Track 07: Selva Almada (miraloquetedigofce.blogspot.com) 


martes, 5 de abril de 2022

CD 313 – Con Voz Propia: Los Poetas Que Cantan en Cosquín

 El gran poeta del norte argentino 

                                                                                  Por Cristian Vitale 

 

Solía usar barba tupida, y camisa a lo descamisado: con los tres botones más cercanos al cuello sin abrochar. Su mirada color tabaco era serena a veces, áspera otras, pero siempre contemplaba todo al detalle. La más nimia conversación, sobre un tema a priori “intrascendente” o la irrupción del personaje menos pensado, podía convertirse en alimento para sus textos. ¿De qué se nutrió parte de la poesía de raíz, al cabo, sino de esto? Por eso, Manuel J Castilla siempre le andaba salvando melodías a su amigo eterno, el Cuchi Leguizamón, u a otro campeón que encima cantaba y tocaba la guitarra como los dioses: Eduardo Falú. Al primero a través de unos versos inspiradísimos, bellos, táctiles. Fácilmente susceptibles de tornarse canción. Canción sublime. Una de las primeras que aparece en rápido raid por el imaginario folklórico norteño es “La pomeña”, aquella zamba de incontenible belleza que narra la historia de doña Eulogia Tapia, esa coplera salteña de ojos negros que iba pisando la luna. Pero son más, claro. Muchas más. Ahí están, al alcance de una púa, de una lectora de cd o de un click online, las hermosísimas y conmovedoras versiones de “Zamba de Lozano” o “Balderrama” que dejó la voz de Mercedes Sosa para embarcarse en vuelos telúrico-psicodélicos. Ahí está. Ahí dejó el mágico tándem Cuchi-Castilla, el “Carnavalito del duende”, para que lo dignifique el Dúo Salteño, cortando con sus voces de plomo las algarrobas del carnaval. 

Ahí está también, engrosando el cancionero folklórico, una tan desconocida como lúdica versión de “Zamba de Anta”, pasada por el tamiz voceador de Margarita Palacios. Ahí, ese “Juan del Monte”, que la voz de Peteco Carabajal pudo llevar del pago al universo. Ahí, por supuesto, la “Zamba del pañuelo” pieza iniciática del inquebrantable dúo a la que la dupla Liliana Herrero-Juan Falú salvó bien, frente a mil y una versiones desvalidas y olvidables, en el disco homenaje a Leguizamón-Castilla publicado en el año 2000. Brotan como flores también las gemas que el poeta salteño dejó en su yunta con Falú tío. “La atardecida”, por caso, en la versión ya clásica de Los Fronterizos. O “La catamarqueña”, por la cual vale la pena arremangarse un rato y buscar lo que hizo con esa zamba don Alfredo Abalos. Resulta un buen ejercicio además volver sobre “La volvedora”, en la interpretación del mismo Falú“En tu cintura el viento / flores de aroma ponía al pasar”, canta con esa voz gruesa, tronadora, sísmica. Un desperdicio saltearse aquella tan bella como triste en su añoranza llamada “No te puedo olvidar”“Cada cosa que miro ya la vimos los dos”, se escucha fluir fuerte del otro barba del folk argento (Jorge Cafrune) en el vinilo homónimo --el del inmenso sombrero en la tapa—editado en 1969. 

Al grano: hoy domingo se cumplen cuarenta años de la muerte de Manuel José Castilla. Tenía entonces sesenta y un años, porque había nacido el 14 de agosto de 1918 en la casa ferroviaria de la estación de Cerrillos, ciudad distante apenas quince kilómetros al sur de Salta Capital, donde su padre oficiaba de ferroviario. En esos bellos suburbios a cielo abierto, rodeado de vagones y locomotoras, que marcarían su vida hasta el final. “Madre, ya viene el tren con su alegría y el crisantemo de humo que desgrana... Oh, padre, adiós perdido entre los trenes, nadie despide a nadie en los andenes, donde no sé por qué yo siempre espero, nadie despide a nadie hasta que un día en un remoto tren de Alemanía adolescente, con ustedes, muero", se lee en su última poesía: “El tren de Alemanía”, que musicalizaría Patricio Jiménez, del Dúo Salteño. 

Castilla fue periodista, poeta y escritor, pero no dudaba –siempre y cuando urgiera-- en ponerse a vender frutas y verduras en la calle, o en recorrer la provincia como titiritero, viajes que le dieron letra para varios de sus escritos. Fue larguero y bohemio, Manuel. Era de irse de copas en bares y fondas. De atrapar coplas, tristes y de las otras, durante alboradas y crepúsculos. También de compartir mucho. Sobre todo cuando entremezclaba poesías y chistes bravos en el boliche de Balderrama, con tipos que no le iban en zaga. Jaime Dávalos, por caso. U otros lamentablemente menos conocidos como Raúl Galán. 

A esas largas tertulias, que podían repetirse en el Hotel Salta, llevaba para compartir el resultado de sus ojos avizores. Paisajes, calles, carnavales, y gentes que aquellos captaban. Y significaban como periodista -así lo demuestran sus textos para El intransigente, de Salta- o, mejor, como creador de poemarios originados en un cúmulo de anécdotas bien rumbeadas. Agua de la lluvia fue el primero. Tenía apenas 22 años cuando se lo publicaron en la editorial Tucumán. Y jamás frenaría en su intención. Sucedieron “Luna muerta” y el seminal “Copajira”, durante los profundos cuarentas, década en la cual fundaría también el movimiento de pensadores y artistas llamado “La Carpa”. 

“Hay que advertirlo, además, el poeta ha estado en el sitio, y ha visto”, escribió Marcelo Simón en 1975, sobre un “estar ahí”, que configura una de las aristas clave en la obra poética de Castilla quien en los cincuenta seguiría incendiando su máquina de escribir. Dos poemarios de alto voltaje (“Norte adentro” y “El cielo lejos”) pertenecen a ese momento. Otros como “Posesión entre pájaros”“Tres veranos” y “Cuatro carnavales” --el último—fluyen de su pluma durante las décadas del sesenta y del setenta. Obra literaria esta que engrosaría con “De solo estar”, texto en prosa publicado en 1957, y con el seminal libro “Coplas de Salta”, además de lo antedicho sobre su sociedad musical con el “Cuchi” Leguizamón y Eduardo Falú. Todo lo que al cabo lo trasformó en el letrista preferido de los músicos norteños. En el poeta más respetado de Salta (Simón dixit). Y el que más ha trascendido, en tal condición, sus fronteras. 

Para nada es poco que hoy, cuarenta años después de su muerte, se lo siga sintiendo así.   


(Fuente: https://www.pagina12.com.ar/279265-el-gran-poeta-del-norte-argentino) 



  

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Track 01: Los Poetas Que Cantan en Cosquín (37:19) 

01. “La Casa” de Manuel J. Castilla por Héctor Tealdi 

02. “Como una Sombra Dulce” de Manuel J. Castilla por Héctor Tealdi 

03. “Al Sur del Corazón” por Ariel Ferraro 

04. “Manual de las Cenizas” por Ariel Ferraro 

05. “Cuando Toque el Olvido” por Ariel Ferraro 

06. “Arcángel de los Días” por Ariel Ferraro 

07. “El Guitarrero” por Ariel Ferraro 

08. “Elegía para Leila Quintana” por Hamlet Lima Quintana 

09. “Entre Mi Gente” por Hamlet Lima Quintana 

10. “El Estafador” por Hamlet Lima Quintana 

11. “Pedro Coronel” por Hamlet Lima Quintana 

12. “Nos Vamos a la Luz” por Hamlet Lima Quintana 

13. “Coplas Norteñas” de José A. Moreno por Héctor Tealdi 

14. “Tristán Barraza” de José A. Moreno por Héctor Tealdi 

15. “Zafrero Muerto” de José A. Moreno por Héctor Tealdi 

16. “Como para Olvidar o Presentir” de José A. Moreno por Héctor Tealdi 

17. “En Primavera” de José A. Moreno por Héctor Tealdi 

18. “Romance del Platero” por Ariel Petrocelli 

19. “El Barco de Papel” por Ariel Petrocelli 

20. “El Cuento de Marzo” por Ariel Petrocelli 

21. “En la Provincia del Pobre” por Ariel Petrocelli 

22. “La Noche del Gato” por Ariel Petrocelli 

23. “Alegato Sobre la Muerte de Pedro El Campesino” por Ariel Petrocelli 

24. “Primera Soledad” por Armando Tejada Gómez 

25. “El Espejo en la Acequia” por Armando Tejada Gómez 

26. “Incendio del Compadre” por Armando Tejada Gómez 



Ficha Técnica: 

... Por inconvenientes de distancia los poemas de Castilla y Moreno cabalgan en la voz del actor Héctor Tealdi. Por lo cual lo que se pierde en documento se gana el oficio de expresión. 

En la música intervinieron Virgilio Expósito, Moncho Mierez y Naldo Labrín. Y en los poemas, por fin, intervino todo el amor del pueblo, este viento fuerte que preña diariamente los ojos de nuestros poetas vigentes. 

Azur Producciones - Azur 22.510 


sábado, 28 de agosto de 2021

CD 295 – Con Voz Propia: Tamara Kamenszain

 


Murió la poeta Tamara Kamenszain 

Por Silvina Friera  


“Las mujeres no escribimos para convencer a nadie”, señaló Tamara Kamenszain en su último libro, “Chicas en tiempos suspendidos” (Eterna Cadencia), siempre tan lúcida y diferente, tan necesaria que cuesta acostumbrarse a la idea de que la poeta, ensayista y docente, la “sujeta” que trascendió la primera persona y ensayó múltiples máscaras, reformulando y cuestionando sus propias convicciones, como si cultivara una conciencia refractaria a las normas, murió este miércoles a los 74 años por un cáncer. Duele en el alma saber ya no habrá más libros breves, de pocas páginas, tan bellos como intensos, de esta poeta que integró la generación de los llamados “Neobarrocos”, junto a Néstor Perlongher, Osvaldo Lamborghini y Arturo Carrera, autora de una obra ecléctica que incluye libros como “La boca del testimonio”, “El eco de mi madre”, “El libro de Tamar” y “Libros chiquitos”, entre tantos otros. 

Lo de “sujeta” tiene una pequeña historia, en la previa de estos tiempos de lenguaje inclusivo. Tamara, no lo sabía, es la escritora del futuro. Como su admirado Osvaldo Lamborghini, a quien reconoció que intentaba imitar en una entrevista por la publicación de “La novela de la poesía” (Adriana Hidalgo), su obra poética reunida en 2012. En “La casa grande”, de 1986, aparece la famosa palabra en femenino: “se interna sigilosa la sujeta/ en su revés, y una ficción fabrica/cuando se sueña”. Entonces todavía creía que escribir era opacar el lenguaje hasta lograr que pareciera levemente ilegible. En los años 80 estaba de moda hablar del sujeto. Ella decía que escribir es como andar medio a ciegas con alguna intuición y esa intuición, la palabra “sujeta”, la llevó de la nariz. También en ese momento le daba pudor decir “yo”. Así que para esquivar la primera persona inventó la “sujeta”.  

Como las etapas de Picasso, Tamara tuvo una época de velar para luego ir desvelando el lenguaje y volverse presuntamente más transparente y narrativa. “La pelea de mi generación, de mi grupo, fue mostrar que el lenguaje opacado también puede decir cosas", planteaba Kamenszain. "La ‘sujeta’ decía algo, aunque se escondiera en una segunda persona. Que es muy (Alejandra) Pizarnik

Si la poesía puede ser una herramienta bastante directa para elaborar un duelo, habrá que leerla a Kamenszain (Buenos Aires, 1947) para intentar digerir, cada una como pueda, esta pérdida. Ahí están sus libritos de poemas “De este lado del Mediterráneo” (1973), “Los No” (1977), “La casa grande” (1986), “Vida de living” (1991), “Tango bar” (1998), “El Ghetto” (2003), “Solos y solas” (2005), “El eco de mi madre” (2010), “El libro de los divanes” (2015); pero también están sus ensayos como “La boca del testimonio” (2007) y “Una intimidad inofensiva. Los que escriben con lo que hay” (2016), donde reflexiona sobre la poesía y narrativa de Washington Cucurto, Fernanda Laguna, Roberta Iannamico, Cecilia Pavón, Alejandro Rubio, Sylvia Molloy, Sergio Chejfec, Alejandro Zambra, Félix Bruzzone y Mariano Blatt, autores que le abrieron los ojos y le provocaron pensamiento. 

Su libro más narrativo y autobiográfico es “El libro de Tamar”, un texto de naturaleza anfibia que puede ser leído como una novelita articulada por las voces de una pareja de escritores-lectores –no solo ya separada, sino con uno de los dos muerto-, donde es la poeta la encargada de ensayar interpretaciones y narrar los pormenores de una intriga y una pesquisa semántica. Kamenszain tiró del hilo de un poema que le escribió su exmarido, el escritor Héctor Libertella (1945-2006), durante el proceso de separación. La pareja –que se había exiliado en México a fines de los 70 y tuvo dos hijos, Mauro Libertella, también escritor y periodista, y Malena- estuvo casada durante veinte años y compartieron escrituras, lecturas y proyectos. El productor Diego Dubcovsky, que leyó el libro, la convocó a Kamenszain para llevar la historia al cine y fue ella quien propuso a Analía Couceyro para la adaptación y el guion de la película. 

Cuando volvió del exilio en México, coordinó el área de Letras del Centro Cultural Rojas entre 1985 y 1989. Recibió premios como el Konex de Platino en 2014, el Premio de la Crítica de la Feria del Libro, la Medalla de Honor Pablo Neruda, la beca Guggenheim y el Premio Lezama Lima de Cuba. Su “gran padrino literario” fue Enrique Pezzoni, a quien tuvo como profesor cuando estudió Letras en la Universidad y luego devino editor de sus libros en Sudamericana.  

Kamenszain fue fundadora, asesora general y docente de la Licenciatura en Artes de la Escritura de la Universidad Nacional de las Artes (UNA). Maestra abierta a las lecturas y escrituras jóvenes, con los ojos y oídos atentos a lo que interpelaba, en su último libro, “Chicas en tiempos suspendidos”, una suerte de diálogo con Delmira Agustini, Juana Bignozzi, Cecilia Pavón y Celeste Diéguez, entre otras poetas, escribió: “¿Y la enfermedad? / ¿Y la muerte? / De esos asuntos ya hablé en otros libros/ y no me queda nada más para decir”. Como ese golpe que corta la prosa en pedacitos, murió Tamara y ninguna palabra podrá conjurar esta tristeza infinita. 



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Track 04: Freud (02:24)  


Track 06: Judíos (03:18)  



miércoles, 8 de julio de 2020

CD 256 – Con Voz Propia: “Mirá lo Que Te Cuento” (II)


Tesis sobre el cuento

Ricardo Piglia


IV

En “La muerte y la brújula”, al comienzo del relato, un tendero se decide a publicar un libro. Ese libro está ahí porque es imprescindible en el armado de la historia secreta. ¿Cómo hacer para que un gángster como  Red Scharlach esté al tanto de las complejas tradiciones judías y sea capaz de tenderle a Lönrot una trampa mística y filosófica? Borges le consigue ese libro para que se instruya. Al mismo tiempo usa la historia 1 para disimular esa función: el libro parece estar ahí por contigüidad con el asesinato de Yarmolinsky y responde a una causalidad irónica.

“Uno de esos tenderos que han descubierto que cualquier hombre se resigna a comprar cualquier libro publicó una edición popular de la Historia secreta de los Hasidim.”  Lo que es superfluo en una historia, es básico en la otra. El libro del tendero es un ejemplo (como el volumen de Las 1001 noches  en “El Sur”; como la cicatriz en “La forma de la espada”) de la materia ambigua que hace funcionar la microscópica máquina narrativa que es un cuento.

V

El cuento es un relato que encierra un relato secreto. No se trata de un sentido oculto que depende de la interpretación: el enigma no es otra cosa que una historia que se cuenta de un modo enigmático. La estrategia del relato está puesta al servicio de esa narración cifrada. ¿Cómo contar una historia mientras se está contando otra? Esa pregunta sintetiza los problemas técnicos del cuento.

Segunda tesis: la historia secreta es la clave de la forma del cuento y de sus variantes.

VI

La versión moderna del cuento que viene de Chéjov,  Katherine Mansfield,  Sherwood Anderson, y del Joyce de “Dublineses”, abandona el final sorpresivo y la estructura cerrada; trabaja la tensión entre las dos historias sin resolverla nunca. La historia secreta se cuenta de un modo cada vez más elusivo. El cuento clásico a la Poe contaba una historia anunciando que había otra; el cuento moderno cuenta dos historias como si fueran una sola.
La teoría del iceberg de Hemingway es la primera síntesis de ese proceso de transformación: lo más importante nunca se cuenta. La historia secreta se construye con lo no dicho, con el sobreentendido y la alusión.


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Producción General y Edición: Blanca Curia

jueves, 14 de mayo de 2020

CD 251 – Con Voz Propia: “Mirá lo Que Te Cuento” (I)


Tesis sobre el cuento

Ricardo Piglia


I

En uno de sus cuadernos de notas Chéjov registra esta anécdota: «Un hombre, en Montecarlo, va al Casino, gana un millón, vuelve a su casa, se suicida.» La forma clásica del cuento está condensada en el núcleo de ese relato futuro y no escrito.

Contra lo previsible y convencional (jugar-perder-suicidarse) la intriga se plantea como una paradoja. La anécdota tiende a desvincular la historia del juego y la historia del suicidio. Esa escisión es clave para definir el carácter doble de la forma del cuento.

Primera tesis: Un cuento siempre cuenta dos historias.

II

El cuento clásico (Poe, Quiroga) narra en primer plano la historia 1 (el relato del juego) y construye en secreto la historia 2 (el relato del suicidio).  El arte del cuentista consiste en saber cifrar la historia 2 en los intersticios de la historia 1. Un relato visible esconde un relato secreto, narrado de un modo elíptico y fragmentario.

El efecto de sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie.

III

Cada una de las dos historias se cuenta de modo distinto. Trabajar con dos historias quiere decir trabajar con dos sistemas diferentes de causalidad. Los mismos acontecimientos entran simultáneamente en dos lógicas narrativas antagónicas. Los elementos esenciales de un cuento tienen doble función y son usados de manera diferente en cada una de las dos historias. Los puntos de cruce son el fundamento de la construcción.

Continuará...



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Producción General y Edición: Blanca Curia

jueves, 27 de febrero de 2020

CD 246 – Con Voz Propia: Contemporáneas: “Salir a Caminar”


"El verso, para sonar, necesita silencio.
El poema, para existir, necesita vacío.
El silencio - dijo un famoso músico - es la nota perfecta.
Me gusta pensar esto: Si la poesía es un tipo de composición musical el silencio es una nota como cualquier otra.
Silencio no es no sonido.

Por eso los poetas no le tenemos mucho miedo a la página en blanco, porque el vacío es nuestro aliado y somos pacientes y amables con él."

(Fragmento de la conferencia “Idas y Vueltas”, de Daiana Henderson en Casa Victoria Ocampo, 10 de mayo de 2018, en el Ciclo Literatura Expandida. Video de Daiana Henderson, edición y diseño sonoro Luis Marecos http://naupoesia.com/2018/11/12/en-la...)

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Producción General y Edición: Blanca Curia

jueves, 14 de febrero de 2019

CD 221 – Con Voz Propia: Fernando Peña: “Yo Soy Otros” (I)


Oigo voces
Por Soledad Barruti


“Él es un antes y un después en la radio.

Si en el mundo existiera otro así,

nos habríamos enterado.

 Sería famoso a nivel mundial.”

Sebastián Wainraich

Desde hacía un tiempo, Fernando Peña había decidido utilizar la primera media hora de El Parquímetro para hablar con su propia voz y sin desdoblamientos. Pero no como el padre de las criaturas que todos conocían sino sólo como la primera de ellas en llegar a la radio, antes de que se fueran sumando esos otros personajes que lo convirtieron en un actor irrepetible. A algo de eso se refería cuando hablaba de crear al personaje de Fernando Peña. Y algo de eso había cuando iban haciendo su aparición los demás, voces enteras y personajes tallados en una sola pieza.

Los primeros cinco de ellos llegaban, puntualmente, en una de las decenas de combis que todas las mañanas viajan desde lugares remotos al centro de la Capital. El que inauguraba cada ciclo grupal era el conductor oficial de El Parquímetro, Ricardo Alfredo Ñuñoa Cruz o Dick Alfredo, un mexicano heroinómano y racista, cabreado con la decadencia latinoamericana y en una constante pelea con el resto de los presentes.

Estaba Rubén Ramón Sixto Alegre, el adorable Palito, pibe chorro de José León Suárez que normalmente hinchaba por Boca, pero también podía cambiar de cuadro de fútbol según los resultados del fin de semana. Seis padres decía Palito que tenía, uno de ellos de la Federal y una novia con diecinueve hijos, alguno suyo seguramente. Te voy a hacer el amor con la roma puesta uh! era uno de sus tantos hits de cumbia con que siempre pensó algún día iba a llegar a la fama. O Roberto María Flores, “el putito pasivo que hacía Feng Shui” y a las ocho en punto de cada mañana se desintegraba cantándoles a las locas y a los potos que tomaran su AZT. Cristina Patricia Megahertz, La Mega, travesti, oriunda de Canelones (Uruguay), pero con maquillaje y vestuario pensado según su gran admiración por Mirtha Legrand, y quien se había ganado el lugar de locutora de El Parquímetro, para al grito de wow wow wow y frena a sus compañeros cuando se les iba la mano con alguna guasada. Ni hablar de la pareja nunca oficialmente consumada que hacían la azafata cubana Milagros López –que alguna vez enamoró a Lalo Mir a través de un altoparlante en un avión y se había ganado su propio espacio los sábados por Radio Nacional con La vereda tropical– y Mario Modesto Sabino, el taxista setentón y viudo con acento tano, experto en seguridad vial, que añoraba ese país mejor al que había llegado con sólo cuatro años. Un entramado de voces que a veces se mezclaban con los otros, los que aterrizaban de repente, como caídos de un plato volador abducidos del resguardo de sus minorías nefastas. Delia Dora de Fernández, católica apostólica romana, esposa de un militar de clase media, madre de dos hijos a los que no quiso ni ver ni escuchar ni nada desde que nacieron; presidenta del movimiento Argentina o Reventar (desde el que alguna vez llamó a Cecilia Pando dándole fuerzas para seguir en su lucha). Monseñor Lago, o Monse, que en cada aparición emitía una especie de plegaria golosa por restituir al clero su legítimo derecho a dar cariño a los niños y dejarse acariciar íntimamente por ellos. O Rafael Orestes Porelorti, diputado y senador oficialista que se comunicaba desde un celular que se desconectaba ante cualquier pregunta “incómoda”. El mismo que le hizo perder al programa de Peña el auspicio del Citibank cuando “hablando mal y pronto” dijo que en las oficinas de ese banco se la pasaban tomando merca. Con menos presencia, pero no por eso menos cuerpo, también estaban los micros de Jonathan Bermúdez, el judío nerd que instruía hi tech, y el Sepulturero que desde algún submundo leía los obituarios de La Nación. Aunque tal vez el más famoso (el que agotó a Peña al punto tal que lo sacó del estudio regalándole una hora de programa por semana... dentro del suyo) era Martín Revoira Lynch. Empresario, terrateniente, rugbier de San Isidro, pero reinstalado en Pilar con su mujer Pilar, al canto de “¡Aguante San Isíííídro, Boló!” el conductor de Gente como uno últimamente se dedicaba a hacer campaña por Prat Gay llamando a los vecinos de Recoleta para recordarles que estuvieran atentos al potencial fraude y no dejar de imprimir sus propias boletas. Revoira Lynch tenía su propio diccionario desde donde explicaba las diferencias que tenía que tener un bien para diferenciarse del cursi y del pardo, al momento de elegir palabras como cuarto, habitación o pieza; cache, berreta o trucho; colorado, rojo o bermellón. Y una serie de poesías como “Túnel Libertador”, dedicada a Martín Revoira Lynch Segundo, su viejo. Fiel a la dicción más cheta, defendía como nadie la muletilla “Boló”, tanto que una mañana encontró en la guía a la familia Boló, los llamó y les preguntó por un pariente suyo (Hernán Boló), que según Revoira esa mañana daría un seminario en el Bank Boston. “No hay muchos Bolós en el país, somos pocos, pero Hernán acá no vive”, le respondieron. En Gente como uno hubo varias entrevistas, pero ninguna como la que le hizo a Bernardo Neustadt (de verdad hay que escucharla en YouTube).

Sabino, La Mega, Palito, Roberto, Dick, Milagritos... Trece personas que llegaban en combi o en plato volador. Que uno a uno iban encendiendo su voz para ir subiéndose a los autos, hablando en los auriculares y poblando las casas de radios prendidas y café recién hecho. Que se hicieron querer y odiar con sus chistes y verdades, con su ser tan ciento por ciento ellos mismos, siempre. Personas que la tarde del pasado miércoles se fueron, dejando esas mismas casas vacías y en silencio. Trece seres únicos que ojalá también hayan podido aterrizar en el paraíso. Aunque algunos de ellos no se lo merecieran. Pero el ovni en el que viajaban, sí.


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lunes, 10 de diciembre de 2018

CD 217 – Con Voz Propia: Alejandro Dolina


El Recuerdo y El Olvido en El Barrio de Flores

Por Alejandro Dolina

“Poco cuesta imaginar cuál será el fin de esta lucha entre olvido y memoria.
Los Hombres Sensibles de Flores están derrotados. De nada les valdrá oponerse a la muerte, porque la muerte llegará de todos modos.
De nada servirá su pasión por la memoria, pues toda memoria es perecedera. Y -en definitiva- el tiempo es el mejor aliado de los Amigos del Olvido.
Pero es nuestra obligación de todos modos hacer un poco de fuerza por los muchachos de Flores, para que su derrota sea más honrosa.
Recordemos, recordemos todo el tiempo. No olvidemos nada...
Si nos espera el olvido, tratemos de no merecerlo...”

(Fuente: Crónicas del Ángel Gris, 1º Ed., Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Booket, 1988)

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Hora 25 fue un programa de Jorge Lanata que se emitió entre 1993 y 1996 por la Rock & Pop FM 106.3. En la producción participaban Silvina Chaine, el Chino Chinen y el Grupo Vocación y se basaba en entrevistas de personalidad y lecturas de textos diversos.

Producción General y Edición: Blanca Curia

lunes, 30 de enero de 2017

CD 171 – Con Voz Propia: Julio Cortázar (IV)

Cortázar y el Boxeo

Cuando Ariel Scher me dijo “hablá con Diego Tomasi, que es uno de los tipos que más sabe de Cortázar”, no tuve dudas. Enseguida le pedí que escribiera algo sobre el genial escritor. Lo que sea, lo que se te ocurra, le dije al autor de El caño más bello del mundo, un libro dedicado a Riquelme. Y Tomasi, que hace dos años publicó el recomendable Cortázar por Buenos Aires, Buenos Aires por Cortázar, se despachó con los siguientes textos, que se agradecen.

Por Diego Tomasi

Cortázar descubrió la radio y el boxeo esa noche de 1923 en la que Firpo no le ganó a Dempsey porque no tenía que ser, porque esa pelea estaba más destinada a ser una escena literaria que una competencia justa. Y esa decepción, esa tristeza transmitida por radio, convirtió a Cortázar, a ese niño de nueve años, en un ardiente seguidor del deporte de los puños.
Cuando se volvió adulto y porteño, Cortázar fue a ver boxeo todo lo que pudo. Iba al Luna Park. No importaba tanto quién peleaba. Importaba que hubiera pelea. No eran pocas las veces que iba a la tribuna con un libro debajo del brazo, como un esteta. Leía en los intervalos. Algún personaje suyo, después, hacía lo mismo, y así los límites entre ficción y realidad terminaban borrándose.
En la literatura de Cortázar hay múltiples referencias al boxeo y a boxeadores, y no es ilógico, en ese sentido, que uno de sus libros más estéticamente valientes y juguetones se llame Último round.
En sus cartas, Cortázar deja constancia de su gusto por el boxeo. A menudo escribe a amigos y, en medio de una discusión sobre arte o sobre cine, pregunta si han visto pelear a tal o cual boxeador. O comenta una pelea que vio en París. O simplemente elige una imagen boxística para contar cualquier experiencia mundana. En algún sentido, su vínculo con el boxeo fue similar al de otros escritores que han escrito sobre ese deporte, pero en su caso lo singular es que no hay manera de pensarlo a él, que nunca levantó siquiera un brazo (y cuya actividad deportiva más significativa fue jugar al ping pong con su ahijado en la mesa del living de su casa en la calle Artigas) sin pensar en dos guantes, en una piña bien puesta, en una campana sonando.

La última visita de Cortázar al Luna Park
El día 7 de abril, la revista El Gráfico, a través de Alberto Perrone, invitó a Julio Cortázar a asistir a una pelea de boxeo en el Luna Park. Hacía décadas que el escritor no iba al mítico estadio ubicado en Bouchard y avenida Corrientes. Cortázar aceptó, y fue con Perrone y con el periodista Gabriel Díaz. Ese día peleaba Miguel Ángel Castellini con el estadounidense  Doc Holliday, por el título mundial en la categoría súper welter. Castellini ganó por puntos.
Al día siguiente, Cortázar escribió un párrafo sobre la pelea, que El Gráfico publicó en su edición del 10 de abril de 1973, con el título Un triunfo con algunas nubes. Decía la nota: “Como es lógico, el público fue a ver ganar a Castellini. Como también es lógico, Castellini ganó. La única cosa ausente en tanta lógica fue lo que justifica y da su auténtica belleza al deporte: la alegría. A la victoria del argentino le faltó todo, salvo la fuerza del punch, y ni  siquiera éste pudo definir una situación que por lo menos dos veces se volvió crítica para Doc Holliday. Fue una victoria chata, sin nada que permitiera festejarla como se esperaba.
Frente a Castellini hubo un hombre que en buena ley deportiva merecía los aplausos que tan sin ganas cosechó el vencedor. Pero Doc Holliday fue además otra cosa: el símbolo amenazante del futuro. Si Castellini no aprende todo lo que le falta aprender, de nada le valdrán las interminables instrucciones que le gritaba Ringo Bonavena”. A Cortázar no le había gustado la pelea, y se notaba.
Y así fue como, tantos años después, un estadio mítico y un escritor consagrado volvieron a encontrarse, y ya no volverían a hacerlo.

Acerca de Torito, de Julio Cortázar
El verdadero personaje de Torito no es Justo Suárez, sino el lenguaje.
Es marzo de 1966. La francesa Laure Guille-Bataillon pretende traducir el cuento Torito a la lengua de Proust. Julio Cortázar, con la cordialidad y calidez que caracterizan sus cartas, se niega. Ella siente curiosidad por saber qué motivos tiene el escritor argentino, cuya obra está siendo traducida a muchos idiomas desde hace muchos años (tanto más desde la publicación de Rayuela en 1963), para negarse.
Entonces, Cortázar dice la frase. Dice: “En ese cuento el verdadero personaje es el lenguaje y sólo el lenguaje. La historia del boxeador está lejos de ser interesante, es siempre la crónica vulgar del pobre tipo al que ponen por las nubes para precipitarlo en la ruina”.
Y explica que, en 1951, cuando escribió el cuento, él buscaba escandalizar a ciertos lectores argentinos que, creyéndose sofisticados, decían despreciar la lengua de los seres de los suburbios. “Fue un desafío y gané mi modesta batalla”, escribe a Guille-Bataillon.
Torito, en su ritmo, en su estructura y en su lenguaje, es único en la literatura de Cortázar, pero no es aislado. Es parte de su búsqueda permanente acerca de las posibilidades infinitas que dan (o pueden dar) las palabras. Siempre tan mágicas, ellas.

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Edición: Blanca Curia

domingo, 28 de abril de 2013

CD 79 – Con Voz Propia: Idea Vilariño


La poeta, ensayista y crítica uruguaya, Idea Vilariño, nació en la Ciudad de Montevideo el 18 de Agosto de 1920.
Su intensa personalidad y sus convicciones la llevaron durante muchos años a rechazar cualquier tipo de promoción de su nombre y de su impar y prolífica obra. Pero eso no evitó que obtuviera varios premios y que sus poemas fueran traducidos en diversos idiomas.
Los "Poemas de Amor" -publicados en 1957-  tienen un destinatario de precisos nombres y apellido: Juan Carlos Onetti.
Ambos se conocieron en la década del 50. El encuentro debió ser en un Café de ese amable centro Montevideano tantas veces retratado por Mario Benedetti, otro célebre integrante de ese Grupo de Intelectuales denominado Generación del 45. La historia de ese amor conflictivo y apasionado, la autora de  “Pobre Mundo” (1966) se la contó a María Esther Gilio y Carlos Domínguez: “Estaba seduciéndome a fondo con lo mejor de sí mismo y tanto que yo me quedé convencida de que aquello era la séptima maravilla. Esa misma noche me enamoré de él. Me enamoré, me enamoré, me enamoré”.
Ese amor creció. Pero ambos tenían personalidades tan fuertes, que tuvieron un sinfín de giros, de idas y vueltas, de encuentros y desencuentros.
Algunos años más tarde, en 1961, se separaron definitivamente. Ella, entonces,  le dedicó una de sus poesías más reconocidas:

"Ya no
Ya no será, 
Ya no
No viviremos juntos, no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa, no te tendré de noche
no te besaré al irme, nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.

No llegaré a saber por qué ni cómo, nunca
ni si era de verdad lo que dijiste que era,
ni quién fuiste, ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido vivir juntos,
querernos, esperarnos, estar.

Ya no soy más que yo para siempre y tú
Ya no serás para mí más que tú. 
Ya no estás en un día futuro
no sabré dónde vives, con quién
ni si te acuerdas.

No me abrazarás nunca como esa noche, nunca.
No volveré a tocarte. No te veré morir."

El 28 de abril de 2009, Idea Vilariño falleció en la Ciudad que la vio nacer.


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Track 05: Ya no (01:46)