miércoles, 20 de octubre de 2021

CD 300 – Con Voz Propia: Joaquín Sabina: De Profesión Poeta (III)

 Curándome En Salud * 

A los catorce (parece que fue ayer), el rey Melchor se lo hizo conmigo y me trajo, por fin, una guitarra. Aquel adolescente ensimismado que era yo, con granos y complejos, en lugar de empollar física y química, mataba las horas rimando, en un cuaderno a rayas, versos llenos de odio contra el mundo y los espejos. El mundo, lejos de sentirse aludido, seguía girando (que es lo suyo), desdeñoso, sin importarle un carajo mi existencia. Y los espejos, cabrones, en vez de consolarme con mentiras, más o menos piadosas, me sostenían cruelmente la mirada. 

Vivía en un sitio llamado Úbeda. Algunas noches, mientras mis padres dormían, me daban las diez y las once y las doce y la una practicando con sordina, en mi flamante guitarra, los acordes de “Blanca y radiante va la novia”, o iniciándome en el furtivo y noble arte de la masturbación, o suspirando por mi vecina, una rubia de bote que suspiraba por un idiota moreno que tenía una bici de carreras y jugaba al baloncesto. Sólo se me ocurrían tres maneras de atraer su atención: triunfar en el toreo, atracar un banco o suicidarme. Lo malo es que las tres exigían una sobredosis de valor que yo (¡ay de mí!) no poseía. Yo poseía mi cuaderno a rayas cada vez más lleno de ripios contra el mundo, mi guitarra, cada día más desafinada… y un plano del paraíso, que resultó ser falso. Y la vida, previsible y anodina, como una tarde de lluvia en blanco y negro. 

Pero en la pantalla del Ideal Cinema, cuando no daban una de Romanos, el viento golfo de Manhattan le subía la falda a Marilyn y era domingo, y no había clase, y los niños de provincias soñábamos despiertos y en technicolor con pájaros que volaban y se comían el mundo. Y el mundo que quería comerse los pájaros que anidaban en mi cabeza… pongamos que se llamaba Madrid. 

Así que un día me subí, sin billete de vuelta, al vagón de tercera de uno de aquellos sucios trenes que iban hacia el Norte, me apeé en la estación de Atocha y aprendí que las malas compañías no son tan malas y que se puede crecer al revés de los adultos; y supe, al fin, a qué saben los aplausos y los besos y el alcohol y la resaca y el humo y la ceniza, y lo que queda después de los aplausos, y los besos y el alcohol y la resaca y el humo y la ceniza. Tal vez por eso mis canciones quieren ser un mapamundi del deseo, un inventario de la duda, siete crisantemos con espinas. 

Y cuando las cartas vienen malas y amenaza tormenta y los dioses se ponen intratables y los hoteles no son dulces y todas las calles se llaman Melancolía, todavía fantaseo con debutar sin picadores o con desvalijar sucursales de Banesto o con probar mi suerte a la ruleta rusa, pero ahora, en lugar de tirarme en las Ventas de espontáneo, o de escribirle una carta póstuma al juez Garzón, o de ahorrar para una Smith & Wesson del Especial, escribo en technicolor la canción de las noches perdidas, para vengarme de tantas tardes de lluvia en blanco y negro, de tantos hombres de traje gris, de tantas rubias de bote que se van con idiotas morenos que juegan al baloncesto, de tantas bocas adorables que nunca fueron mías, que nunca serán mías. 

Aquellos granos trajeron estas cicatrices y aquellos Mihuras que nunca toreé me cosieron a cornadas el alma. 

Pero no me quejo; tengo amigos y memoria y risas y trenes y bares y una mala salud de hierro y un puñado de canciones recién salidas del horno que me tienen (dejadme que os lo cuente) orgulloso como un padre primerizo que babea. Y, de cuando en cuando, una rubia de bote me tira un beso, desde el público, aprovechando un despiste de su novio; ese idiota moreno que juega al baloncesto. 

¿Que a qué viene todo esto? Pues a que anochece y está lloviendo y los periódicos hablan de elecciones y yo no sabía cómo hablaros de esta boca que es, desde ahora y para siempre, más vuestra ya que mía. 


*Joaquín Sabina leyó este texto, titulado “Curándome en salud”, durante la presentación a los medios de comunicación del disco “Esta boca es mía”, en 1994. Años después lo incluyó como prólogo del libro “Con buena letra”, donde recoge todas sus canciones. 

(Fuente: https://diariosabina.com/curandome-en-salud/) 


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Track 01: Encuentro con el Músico y Escritor Joaquín Sabina (30:10) 

Joaquín Sabina desgranó en el Instituto Cervantes su trayectoria creativa azuzado por dos incondicionales: el escritor Benjamín Prado y la periodista Nativel Preciado. “No recuerdo un solo momento de mi vida en que yo decidiera que iba a ser cantante, nunca. Mi principal pasión era y es leer”, rememoró. “Lo de cantar fue viniendo solo, primero para ganarme la vida” y después con el objetivo de mejorar y dignificar las letras de las canciones de la época, que estaban “faltas de magia y de literatura”. De ahí el nacimiento de “La Mandrágora” con Javier Krahe. “No me falta nada, estoy moderadamente en paz conmigo mismo”. Y orgulloso de amistades como la que mantuvo con el poeta Rafael Alberti, que “tenía un oído musical impresionante y un gran talento para la rima musical”. Sabina escribe poemas, pero adora los sonetos, que compone “por amor a la rima clásica y al sonido de las palabras”. En los conciertos multitudinarios, ha sentido “verdadero miedo escénico” por la posibilidad de defraudar al público y no darle todo lo que espera de él. Y para cerrar el coloquio, una doble pregunta obligada: su salud y su posible vuelta a los conciertos. “Me encuentro bien, sobre todo por haber sobrevivido” a la situación de pandemia. “Me siento bien –insiste– pero no pienso volver a los escenarios” mientras la gente tenga que ir con mascarilla, no pueda fumar o juntarse por la covid, lo que no ocurrirá al menos en un año y medio, sobre todo en Hispanoamérica, augura. “Pero sí volveré para decir hola y adiós”. El homenaje concluyó con un aplaudido discurso, irónico y en tono de humor, que Sabina y Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, leyeron, y que ambos compusieron al alimón para el Congreso Internacional de la Lengua Española de 2019 en Córdoba (Argentina). 

Track 02: Legado de Joaquín Sabina a la Caja de las Letras (25:14) 

El músico y escritor Joaquín Sabina depositó en la Caja de las Letras un “maravilloso” legado, como lo definió Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, formado por numerosos objetos –manuscritos, libros, fotografías, dibujos y su clásico bombín– que repasan la larga trayectoria musical y poética de uno de los grandes referentes actuales de la cultura española y en español. El polifacético artista (Úbeda, Jaén, 1949) guardó el legado en la caja de seguridad número 1237 de la cámara acorazada, en un homenaje en el que le acompañaron García Montero, la presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet; el escritor Benjamín Prado y la periodista Nativel Preciado. Como ejemplo de su poesía legó una primera edición de su libro “Ciento volando de catorce” con una dedicatoria manuscrita que reza: “Para el Instituto Cervantes por ser tan mi casa. Siempre”. El volumen, editado por Visor, cuenta con prólogo de García Montero. Sabina lo escribió en 2001, a raíz de una crisis producida por problemas de salud. También dejó el original manuscrito de “Que se llama soledad”, una de sus canciones más icónicas, y el de “Puntos suspensivos”, al que definió como su soneto favorito, junto con otra copia impresa del mismo. Su perfil como pintor quedó patente en cuatro dibujos originales de su autoría: unos gallos de pelea muy coloridos y un hombre y una mujer frente al mar en Asturias. Además, cuatro fotos enmarcadas de su álbum personal que representan momentos esenciales de su carrera artística: aparece con Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Adolfo Bioy Casares y una imagen del llamado “grupo de Rota” (por el lugar de Cádiz donde veranean) con García Montero, Almudena Grandes, Benjamín Prado, Chus Visor o Felipe Benítez Reyes, entre otros amigos. No podía faltar el bombín que le ha acompañado en sus actuaciones en directo, hasta convertirse en una especie de firma alternativa. Tras posar con él puesto ante los fotógrafos, quedó guardado dentro de una gran sombrerera blanca con el sello del establecimiento londinense donde lo compró, en St. James Street. También quedaron bajo llave en una de las cajas más grandes (junto a un legado de Les Luthiers) los dos primeros ejemplares de la revista literaria argentina “Sur”, en representación de la colección completa (los 371 números) que ha donado al Cervantes, y que se guardará en su Biblioteca Patrimonial. “Sur” fue una publicación de referencia cultural entre 1931 (fecha en la que la fundó la escritora Victoria Ocampo) y los años setenta, aunque siguió publicando ejemplares hasta 1992. En ella escribieron autores en español de la talla de Jorge Luis Borges, Bioy Casares, Alfonso Reyes, José Ortega y Gasset, Octavio Paz, Ramón Gómez de la Serna, Ernesto Sabato, Federico García Lorca, García Márquez, Gabriela Mistral, Silvina Ocampo o Pablo Neruda, entre muchos otros. Y también, exiliados españoles que huyeron a raíz de la Guerra Civil. Sabina desveló que García Montero le envidiaba el manuscrito de García Lorca que posee y esta valiosa colección que ha sabido conseguir y mantener en perfecto estado y que “no he visto en ninguna biblioteca del mundo”. El cantautor había ofrecido a García Montero regalársela para él o para el Instituto Cervantes, y el poeta granadino eligió esta segunda opción “con una generosidad no frecuente entre bibliófilos”

(Fuente: https://www.youtube.com/InstitutoCervantesVideos

Link para acceder a los vídeos: 

https://www.youtube.com/watch?v=f5FwApZ07d0&t=709s 

https://www.youtube.com/watch?v=7IutMGuKyDA&t=1272s 


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