martes, 4 de noviembre de 2025

CD 401 – Con Voz Propia: Adolfo Bioy Casares: El Último Dandy


 Las Máquinas de la Vida Eterna

Por Javier Hildebrandt *

Acercarse a la obra de Adolfo Bioy Casares puede suponer un viaje que va desde la enigmática isla de “La Invención de Morel” (su primera novela, de 1940) hasta el extraño mundo de hombres-pájaro en “De un Mundo a Otro” (la última, de 1998). En el medio se cruzan un sinfín de estaciones reales y, sobre todo, imaginarias. 

Pero esta compulsión por innovar en la creación de tramas, climas y personajes no termina en el mero ingenio desenvuelto para la ovación de la tribuna. Bioy enfrenta, sin amagues de irse al mazo, los grandes temas de la literatura: la soledad, el fin de los tiempos, la libertad y, fundamentalmente el amor, que aparece en su obra como un destino trágico a cumplirse más allá de la muerte y los universos que nos separan.

Esta profusa capacidad de inventiva es la que le vale ser reconocido como el principal referente de la ciencia ficción argentina, hecho que el escritor aceptó ya de grande, con esa amable incredulidad que tiene la gente “de antes”. Es cierto que Bioy incluye como disparadores de su trama a máquinas y otros artefactos fantásticos, pero lejos está de transformar la historia en el manual de instalación de un electrodoméstico alienígena. La prosa desinteresada con que describe a estos objetos parece hablarnos de nuestro mundo actual, en el que convivimos con entornos que hasta hace poco solo podían ser literatura. La innovación tecnológica se nos vuelve un guardián omnisciente de la vida diaria y nos demuestra, en definitiva, que la ciencia ficción llegó hace rato.


Aparatos para Suplir Ausencias

Tomemos como ejemplo a “La Invención de Morel”: novela que empieza y termina por definir el estilo de Bioy. Allí el fugitivo perdido en la isla contempla –perplejo– a un grupo de personas de anticuada vestimenta que juegan al tenis, bailan y toman el té, indiferentes a la descomposición del lugar e incluso a su propia presencia. Más adelante descubrirá que se trata del artilugio de un tal Morel, que ha grabado durante una semana a sus amigos y luego reproduce su vida durante ese período, en una suerte de loop infinito.  

También en el cuento “En Memoria de Paulina”, el protagonista vive una noche inolvidable con la dama del título, hasta que cae en la cuenta de que solo se trató de una proyección de la mente de su adversario en el amor de la mujer. En otro cuento, “Máscaras Venecianas”, se plantea un prototipo de la clonación humana. En “Los Afanes”, Eladio Heller inventa una máquina para retener el alma de su perro. 

Esta compulsión por la trascendencia (una forma más de la inmortalidad), por la comunicación, por encontrase en el otro pareciera replicarse hoy en la inmaterialidad de internet. La proliferación de imágenes, videos, fragmentos de vidas se multiplican y proyectan hasta alcanzar cifras monstruosas. Las posibilidades de la Web permiten que funcione, incluso, como improbable máquina del tiempo: en el website futereme.org se pueden enviar mails a cualquier casilla (incluida la propia) hasta 50 años en el futuro. Se vuelven, como decía Morel“aparatos de contrarrestar ausencias”. La intención, al igual que la del inventor, es la misma: proyectarse más allá de las ataduras materiales. 


Náufrago del Cine y la TV

A pesar del potente arsenal de imágenes que sugiere, la obra de Bioy no fue llevada al terreno audiovisual con la naturalidad que sugiere a simple vista. En nuestro país tuvimos las versiones fílmicas de “Diario de la Guerra del Cerdo”, titulada “La Guerra del Cerdo” y dirigida en 1975 por Leopoldo Torre Nilson“El Sueño de los Héroes” (1997), de Sergio Renán, y la más reciente “Dormir al Sol” (2010), de Alejandro Chomski.

Encontramos también el film francés “El Año Pasado en Marienbad”, cuya trama guarda más de una similitud con “La Invención de Morel”

Pero sin dudas, el suceso que convirtió a Bioy en el comentario obligado fue la serie “Lost”, y el fanatismo enfermizo que generó en los televidentes. Si fuéramos maliciosos diríamos que la serie abreva con un descaro casi juvenil en la obra del escritor: las referencias van desde el escenario principal de la isla perdida, hasta los juegos con el tiempo y los cruces de mundos paralelos. Sin embargo, los creadores se redimen ante el público cuando “La Invención aparece en las manos del personaje Sawyer, lector arrinconado por el aburrimiento, que por su historia tranquilamente podría pasar por el protagonista de la novela. Suma también que las ventas del libro se desataran luego de este cameo, como solía ocurrir con todos los guiños literarios que los fans detectaban con precisión de relojero.

“Lost” se emitió entre 2004 y 2010, y fue seguida fervorosamente por millones de espectadores en todo el mundo. 

La obra de Bioy, fantástica en más de un sentido, puede resumirse en la de un autor apasionado por la literatura, pero también por la vida y sus misterios, a tal punto que se dedicó a prolongarla en sus escritos. Dijo alguna vez que un libro es una máquina compuesta de papel impreso y un lector. Cada día que se acciona uno de sus mecanismos, la propia magia de Bioy lo hace revivir para hablarnos, para estar entre nosotros, para ayudarnos a soñar.

* Javier Hildebrandt es guionista y periodista especiallizado en historieta. También es miembro del consejo de redacción de la revista “Comiqueando” y columnista del sitio www.sobrehistorieta.wordpress.com. Publicó historietas y artículos en “Comic.ar”“Sudestada”“La Revistería Press”“Lule le lele”“Dedo Medio” (Perú) y “Mono” (Italia), entre otras publicaciones. Forma parte del colectivo de historietistas “Hotel de las Ideas”.

(Fuente: https://www.educ.ar/recursos/111812/adolfo-bioy-casares-las-maquinas-de-la-vida-eterna) 

Contenido: 

Track 01: Adolfo Bioy Casares con Mariano Grondona (49:14)

Link para acceder al programa “Hora Clave” conducido por Mariano Grondona (Canal 9 – 30 de junio de 1994): https://www.youtube.com/watch?v=m0yvoha-vV8&t=3s

 

Track 02: Cenas de Borges y Bioy Casares – “Ver para Leer” (04:29)

En el programa se plantean diversas situaciones conflictivas en las que Juan Sasturain debe participar para solucionarlas. Para hacerlo, recorre el fantástico mundo de la literatura en todos sus ámbitos y géneros, muestra libros y comparte temáticas de ellos. A su vez, en cada ocasión se debe recurrir a un tercero (al cual le realizan una breve entrevista) en busca de ayuda. Juan está acompañado de su amigo, Fabián Arenillas que encarna a los distintos personajes que lo auxilian o que le plantean la situación de cada programa.

En esta ocasión, el invitado es Martín Caparrós.

Link para acceder al programa emitido por Telefe: 

https://www.youtube.com/watch?v=tGZ0lGGFvwg


Track 03: Bioy Casares, el Último Dandy (19:38)

Cuando Pablo Cavadini (que conocí en un barco entre los canales patagónicos rumbo “al fin del mundo”) me ofreció alojamiento en casa de sus padres, si algún día visitaba Buenos Aires, yo no imaginé que su madre, la Sra. Amelia Cavadini, resultaría ser la secretaria particular de Adolfo Bioy Casares. Sólo así se explica la realización de esta improbable entrevista lograda con el autor de “La Invención de Morel” en su departamento en 1994, tomando en cuenta, sobre todo, que apenas unos días antes había despachado a España con todo y cámaras a la televisión española sin concederle una entrevista. Esta entrevista fue publicada en la revista mexicana “Etcétera”, número 338, el 22 de julio de 1999.

Link para acceder a la entrevista de Alfredo Ortega Trillo realizada en 1994:

https://www.youtube.com/watch?v=5eMoNDlmrqA



Track 04: Bioy, Una Historia Prodigiosa (13:13)

Link para acceder a la entrevista realizada por María Laura Santillán a Florencio Basalvilbaso Bioy, nieto de Adolfo Bioy Casares (Canal 13, “Telenoche” – 9 de marzo de 2009)

https://www.youtube.com/watch?v=X22X_axMrtU

 

Track 05: Adolfo Bioy Casares, Cuentista – “Claves de Lectura” (10:58)

Link para acceder al programa del Canal Encuentro. Narrador: Germán Rodríguez. Productores: Makena Lorenzo y Néstor Mazzini. Producción Ejecutiva: Paulina Zóboli. Dirección: Violeta Uman (Canal Encuentro – 2013) https://www.youtube.com/watch?v=MC26xAx8vtA


Track 06: Biografía de Adolfo Bioy Casares – “De Artes” (03:37)

Link para acceder a la biografía del autor de “La Aventura de un Fotógrafo en La Plata”:

https://www.youtube.com/watch?v=2S7hkRulpik


martes, 21 de octubre de 2025

CD 400 – La Canción de Nosotros (I)

 

 Un Fresco Revelador de la Vida Cotidiana 

del Río de la Plata en los 70 


"La Canción de Nosotros" es una novela del exilio: el autor evoca su tierra prohibida, y la recrea a través de las aventuras que en sus páginas se entrecruzan, sobre el trasfondo de la dictadura militar, en el tiempo de los horrores y los desafíos. Los libros de Eduardo Galeano son inclasificables, porque alevosamente violan las fronteras que dividen los géneros literarios. Esta obra, sin embargo, puede ser definida como una novela.

Esta obra, novela o lo que sea, fue escrita en Buenos Aires en 1973 y 1974, en los primeros tiempos del exilio de su autor. Está dedicada a la ciudad de Montevideo. Fue premiada por la Casa de las Américas en 1975.

Los Capítulos de la Inquisición provienen de los documentos recopilados por J.T. Medina en sus obras “Historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de Lima (1569-1820)” y “El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en las Provincias del Plata”, editadas en Santiago de Chile a fines del siglo XIX. Son transcripciones textuales, aunque el autor las ha armado a su manera y ha modernizado la ortografía.

(Fuente: https://ww3.lectulandia.com/book/la-cancion-de-nosotros/)


Descargar: 
 

Track 01: La Ciudad I (02:37)

Track 02: La Ciudad II (02:18)

Track 03: La Ciudad III (02:08)

Track 04: La Ciudad IV (02:06)

Track 05: La Ciudad V (02:35)

Track 06: La Ciudad VI (02:54)

Track 07: La Ciudad VII (03:14)

Track 08: La Ciudad VIII (03:52) 




Ficha Técnica:

“La Canción de Nosotros” es una obra de Eduardo Galeano  que obtuvo el Premio Casa de las Américas en 1975, compartido con “Mascaró, El Cazador Americano”, de Haroldo Conti.

Las lecturas de los textos seleccionados están a cargo de Emmanuel Ferretty.

La Idea, Musicalización y Edición pertenecen a Miguel Latuff

martes, 30 de septiembre de 2025

CD 399 – “Cuentos de Terror” (II)


Alberto Laiseca y la fuerza de la literatura

Si hay una tarea pendiente con la obra de Alberto Laiseca (1941-2016) -además de dejar de mencionarla y empezar a leerla-, es la recopilación y edición de sus artículos y entrevistas. En este caso, “Centro-periferia” fue un artículo publicado en el número 2 de la revista La Caja, dirigida por Tomás Abraham y publicada en noviembre-diciembre de 1992. La sección “El pensamiento literario” de ese número incluyó un texto de Fogwill“Un destino menor”, y este escrito de Laiseca.

En las líneas que siguen, el autor de “Los Sorias” (1998) recorre obras, lugares y cultos de la literatura y el mundo para sostener que un autor solo puede convertirse en centro si tiene tesis y pasión. Así, Laiseca entreteje los nombres de autores como Manuel PuigMarcelo FoxRoberto Arlt y Louis-Ferdinand Céline, pero también, con sorpresa, valora las letras de Federico Moura, cantante de “Virus”, y utiliza la imagen borgeana de Almotásim -que “no sólo existe, sino que ha existido varias veces, no muchas, pero algunas, y siempre con la desapari­ción como resultado final”- para su argumentación alrededor del centro y margen de la cultura.

Agradecemos el hallazgo a la editorial Blatt&Ríos, que mencionó en un tuit un artículo de los 90 donde Laiseca escribía sobre “Virus”, y a Diego Cano -historiador e investigador de las letras kafkianas-, que tomo las imágenes del viejo ejemplar de “La Caja” que escondía esta joya laisequiana. Sin estrellas que se unan, sin constelaciones, como bien lo sabía el conde Lai, el hombre y la literatura se verían perdidos en las tinieblas de la mediocridad.


Centro-periferia

*Por Alberto Laiseca

Escritores de tesis­

Estar en tierra de Francia remite, entre otras cosas, a Luis XIV. Por eso creo oportuno anticipar que mu­chas de las afirmaciones que siguen pueden parecer absolutas. Que no quedan dudas: son absolutas, por­que responden a lo que yo creo más allá de su ver­dad cronológica, a lo que a mí me parece más allá de su posible refutación. Supongo que estoy discul­pado porque ustedes me convocaron como escritor y no como crítico o profesor -dos cosas que no soy- así que los invito a que oigan lo que tengo que decir.

Afirmaba Tolstoi“si quieres ser universal pinta tu aldea”. Aun sin negar a esto último, creo que podrí­amos completarlo con “Para pintar tu aldea deberás ser universal”. Hay que situarse entre las dos fórmu­las y participar de ambas. En Hispanoamérica, particularmente en el Río de la Plata, nos hemos visto obligados a hacer los viajes de Colón, pero a la inver­sa: desde Buenos Aires, descubrir Europa. Todo de­pende del autor, naturalmente. Yo partí del simbo­lismo alemán, que luego deseché. Mis últimos viajes (salvo éste, físico) no han sido a Europa sino a África y Asia, con mis novelas sobre Egipto y Chi­na. De todas maneras, el campo gravitatorio de Eu­ropa sigue siendo muy grande: sus políticas, revolu­ciones, guerras, influyen sobre la literatura de todos. Prácticamente no hay lugar de este continente que no esté lleno de castillos, ciudades sepultadas, tem­plos del neolítico. Hasta en un lugar tan poco proba­ble como Malta tenemos ambientes subterráneos gi­gantescos (los sistemas de Half Saflieni), cavados en roca viva y conectados unos con otros por los hombres de la Edad de Piedra. No conocían el me­tal, de modo que para remover esas enormes masas líticas sólo contaban con otras rocas. Moscú es una ciudad joven para ser europea; sin embargo, tiene setecientos años, lo cual la hace bastante más vieja que Buenos Aires.

Toledo quizá sea una de las ciu­dades vivientes más viejas no sólo de Europa sino del mundo: su fundación es anterior a la conquista romana. Todo esto pesa. La tradición es cultura y centro mágico. ¿Qué tiene de raro, entonces, que la cultura europea influya sobre nuestro mundo? Em­pezaron antes. Pero no es la única razón: también empezaron mejor. Los europeos pudieron elegir, les sobró tiempo. Ustedes tenían el paganismo. Nadie se los impuso. Bien pudieron rechazar el monoteís­mo asiático.

Ustedes tenían su Stonehenge de la cultura: su cen­tro mágico. Y aunque por fin hayan optado por la cultura del Dios único sus genes guardan memoria de la posibilidad anterior. No es el caso de América: de la nada cultural pasamos directamente al monoteísmo por la fuerza de las armas y de los libros del último tiempo. Las civilizaciones precolombinas no eran en verdad politeístas, pese a que adoraban a muchos dioses. Más bien tendríamos que decir que, por su ética y su sistema social, se trataba de un mo­noteísmo polifónico. El cristianismo recién en el si­glo siete logró afianzarse en la mayor parte del con­tinente europeo. Algunos eslavos (como los de Silecia y Pomerania) jamás aceptaron el cristianismo y debieron exterminarlos. En Islandia aún hoy existe una pequeña comunidad pagana. En América, por el contrario, la conversión fue prácticamente instantá­nea. Si hubo sublevaciones fue por el maltrato y la explotación, no porque estuvieran ansiosos por res­taurar a sus antiguos dioses.

Sólo la macumba de Brasil y el vudú de Haití han resistido en parte la penetración religiosa, y eso se debe a que no son de origen americano sino africano. Si me detengo tanto en estos detalles es porque la religión forma a la literatura, aunque ésta a veces no lo sepa, y no a la in­versa. El culto a la Pachamama persiste hasta hoy en Bolivia y Perú, pero no basta para una memoria ge­nética cultural, porque sólo se puede conservar lo que existe y jamás tuvimos una cultura literaria pre­colombina, por lo menos en el sentido en que la concebían los atenienses. Por eso, de la manera en que un europeo o un asiático conciben a la religión, o los atenienses a la cultura, religión propia sólo tu­vimos a medias, la prueba fue la facilidad con que adoptamos el monoteísmo, y la cultura era inexis­tente. Sin pasado surge el desconcierto, la copia. Oscar Wilde decía que el mero instinto creador no crea: sólo imita. Es el espíritu crítico el que, en defi­nitiva, nos permite, luego de largas purificaciones, crear. Tuvimos poco tiempo, pero peleamos duro. Respecto a cuál es el comienzo de la literatura y la poesía en América, cada autor americano tendrá su propia tesis, supongo. Yo tengo la mía, muy discuti­ble (tan discutible como un punto de vista o un énfa­sis): Miguel Ángel Asturias, el guatemalteco, es nuestro comienzo. El cubano Lezama Lima y el co­lombiano Gabriel García Márquez después, comple­tan el trío de quienes, a mi entender, nos demostra­ron que las carabelas de Colón ya estaban en condi­ciones de pegar la vuelta y enriquecer Europa. El único problema para nosotros, los del Río de la Pla­ta, es que Asturias. Lezama y García Márquez son todos caribeños.

¿Cuándo un escritor se transforma en centro? Sólo y únicamente cuando tiene tesis. Un autor sin tesis puede entretenernos mucho y ser muy enriquecedor y digno de que se lo lea, pero no es un astro gravitatorio. Para curvar las masas del espacio-tiempo necesitamos la presencia de un centro poderoso, al­guien con Weltanschauung, como dicen los alema­nes: alguien con un punto de vista del mundo, no sólo de su zona, alguien con pasión y, sobre todo, con una pasión total. Esto es lo perfecto. Nos conformamos con una gran pasión estética, aunque fal­ten otras. Pero la pasión debe existir para que haya centro. Un ejemplo ayudará a comprender qué quie­ro decir con obra de arte de pasión total: el “Ulises” de James Joyce. Este es, indudablemente, un punto de vista del mundo, acompañado por la fuerza de la es­tética. Apasionado y terrible libro el “Ulises”, que al­gunos han considerado desapasionado, intelectual y frío. Yo no comparto el nihilismo de Joyce, pero sí su furia, su lúcido análisis de ciertas cosas desagra­dables que suceden.

En América, como dije, tenemos algunos campos gravitatorios: Lezama en el mundo de la pura estéti­ca y el rescate del pasado y la alegría de vivir. Már­quez y Asturias: la política mezclada con la estética Nicolás Guillén en poesía. Ya advertí que no me interesan antecedentes ni cronologías sino quién fue capaz, en mi opinión, de llevar a lo más alto los mundos imaginados. Todos estos, entonces, nos han enseñado que uno podía ser centro, pero sólo en la medida en que tenga un renovador punto de vista en la estética o en lo político-estético. Nos ha fallado un renovador político-religioso-estético. Pero para eso hay que ser creyente, o mejor: renovadoramente creyente.

Roberto Arlt es el ejemplo más claro del escritor que para ser universal pinta su aldea. Logra toda la universalidad que eso puede dar, pero no más. Borges es universal para pintar su aldea, Buenos Aires, y se acerca por el lado opuesto. Una síntesis de estas dos actitudes está aún por aparecer. Creo yo que ya todos los continentes han crecido demasiado como para que pueda darse un desplazamiento en grandes números, en el sentido de Europa a América o de América a Europa. Hoy sólo caben desplazamientos en pequeños números: en lo individual. Son esos pocos autores con pasión y tesis.

Parece que las guerras, nos guste o no, son una bue­na ocasión de cambiar los mundos, entre otros el mundo de la cultura. En realidad, la guerra sirve de catalizador: para que uno sea por completo aquello a lo cual siempre tendió a ser. Stephen Zweig, a causa de la Primera Guerra Mundial, se volvió todavía más pacifista e internacionalista que antes. Férdinand Céline viajó al fin de la noche, ciertamente, al final de la noche propuesta por la mediocridad. Los malentendidos son dolorosos. Lo digo pensando en Céline respecto a otro hombre apasionado: Albert Camus. En bandos distintos, cosa curiosa si se tiene en cuenta que ambos tenían un sentido trascendente de la vida. Céline, que vivió la experiencia de la Pri­mera Guerra Mundial, se cansó de ver que a sus me­jores amigos “un obús les daba en el pecho y los transformaba en pedo”, según sus propias palabras. Camus viajó hasta el fin de su noche de Argelia. Ambos lucharon contra lo mismo: la mediocridad. La guerra no los hizo mejores ni peores; tan simple como esto: aceleró sus tiempos, catalizó sus pasio­nes. Tuvieron y ofrecieron más de lo mismo. Esta es la única virtud capaz de hacer grande una literatura o una vida. Más allá de los errores y de los malen­tendidos. Lo que más puede interesar en un mundo frívolo es un autor profundo en su vehemencia, vehemente en su profundidad. Yo me podría enojar con Camus, me podría enojar con el postulado de “el ser es pero es ahora” de los existencialistas. Se me va el enojo cuando recuerdo que el autor de “La Peste” tenía entusiasmo y pagaba por él. El respeto me detiene. Así algunos autores argentinos con los que también podría enojarme.

Resumiendo, esta primera parte: un autor no se vuel­ve centro porque sea reconocido en el extranjero de acuerdo con mi opinión, ni tampoco por una manera europea de hacer obra, sino sólo cuando tiene tesis, tesis que puede ser más o menos completa según que cumpla con algunas o con todas estas condicio­nes: ser ética y estética, mística y práctica.

La pasión redime lo cursi

Tener o no poder, ser o no centro, tesis o falta de ella se resuelven, para mí, entonces, en tener o no pasión. O por lo menos es el principio inevitable: la condición necesaria, de hierro, aunque a veces no sea suficiente. Roberto Arlt es un apasionado crea­dor de pasiones. Quizá su excesiva detención en la protesta libertaria le restó tesis en lugar de dársela, pero de todas formas es uno de los más grandes.

Como hombre que se vuelve centro y al mismo tiempo rescate la periferia prefiero Manuel Puig a Onetti, por ejemplo. Puig es un caso fundamental para entender lo que digo. En él el tratamiento equi­distante es perfecto, y luminoso el desenmascaramiento del horror. Como se sabe, en “El Beso de la Mujer Araña”, los sucesos transcurren en una celda, entre un homosexual y un revolucionario. A fin de que las horas sean más llevaderas, el homosexual describe al otro prisionero las películas que vio mientras estaba en libertad. La fantasmagoría cursi, generada por la narración, se torna bien concreta debido a la enorme masa gravitatoria del encierro. Es­tar preso es como vivir en un astro donde un volu­men del tamaño de un terrón de azúcar pesa dos toneladas. Lo cursi adviene normal, posible, apeteci­ble; crece la nostalgia patológica (si es que no lo es toda nostalgia). Las leyes de Newton no funcionan: son otras las que rigen. El espacio-tiempo se curva y la luz cae sobre sí misma. En un viaje casi al centro del honor; no completo, como en El corazón de las tinieblas, de Conrad, porque falta conciencia. Justamente por eso la propuesta, en ese reducido lugar, es la frivolidad y el gusto ridículo. Los personajes, para su suerte -y su desgracia-, no se ven monstruosos. Si tuvieran un espejo se destruirían (o bien se produciría en ellos un cambio). Tanto el revolu­cionario como el homosexual sólo existen para sus imaginerías. Ya vivían así afuera, pero la prisión magnifica la irrealidad virtual.

La obra de Puig es un largo folletín para gente culta. Es la epopeya de los mediocres, donde los persona­jes graban sus runas con faltas de ortografía ontoló­gicas. El autor oscila entre la exaltación (o quizá sólo el rescate) de la parodia del sentimiento suntuoso, y la burla implacable de ello mismo. Se compadece de los débiles y pequeños, pero al mismo tiempo no puede menos que mirarlos con ferocidad y encontrar los absurdos. Esto mismo podemos notar en “Boquitas Pintadas”, donde me parece maravilloso el largo bolero final.

Si hay algo peor que el enano fascista es el enano cursi que casi todos llevamos dentro, en especial si somos argentinos. Es bueno mirarlo, reconocerlo, admitirlo, para sí vacunarse contra él. Creo que la de Puig, tal como yo la entiendo, es una tarea lógi­ca, necesaria en la literatura, y que él la resuelve con superlativo talento.

La sociedad potencia lo insustancial (lo da como único alimento y encarcela con él, como en “La Mu­jer Araña”). Por eso es tan difícil reaccionar y el gra­do de contaminación que todos sufrimos es más o menos alto.

Quisiera citar dos fragmentos de “The Buenos Aires affaire”, pues nos sirven para observar con qué gra­do de humildad ve Puig su propia obra. Habla un personaje, una pintora: “… aún no clareaba el alba cuando llegué a la playa en busca de basuras para la confección de nuevas obras”. Y luego, en el mismo libro: “Volví a casa y empecé a hablar -en voz muy baja para no despertar a mamá- con una zapa­tilla olvidada, con una gorra de baño hecha jirones, con una hoja rota de diario, y me puse a tocarlas y a escuchar sus voces. La obra era esa, reunir objetos despreciados para compartir con ellos un momento de la vida o la vida misma. Esa era la obra. Entre mi último cuadro y esta nueva producción habían pasa­do más de diez años. Ahora sé por qué no había pintado o esculpido en todo ese tiempo: porque los óle­os, las témperas, las acuarelas, los lápices de pastel, la arcilla, los bastidores, todo ello era un material precioso, de lujo, que a mí no me estaba permitido tocar, a un ser inferior no le está permitido gastar, desperdiciar, jugar con objetos valiosos. Por eso du­rante años no hice nada, hasta que descubrí las po­bres criaturas hermanas que rechaza cada mañana la marejada”.

¿Qué traición comete Rita Hayworth? ¿En qué con­siste? La defraudación es, aunque los personajes no lo sepan, la cosmovisión estafadora con que los mu­tila la sociedad. Los héroes de Puig son sometidos constantemente a la tentación de lo vanidoso y superficial. Caen en trampas pueriles pues son trivia­les y vacíos, insustanciales e inútiles. La pasión es el antídoto. Cuando la pasión surge, la cursilería se destruye. La intensidad del sentimiento, con su co­lor y su forma, es más real que cualquier teoría anti­natural injertada, o cosmovisión chasco.

Los libros permanecen fijos en sus palabras, pero el mundo cambia y poco a poco ellos quedan atrás. Hay, pues, una incineración natural. Sangre de amor correspondido es, quizá, la obra más lograda de Puig. Libro éste lleno de originali­dad, estructurado sobre diálogo interior, donde un albañil conversa con sus fantasmas, les miente; a su vez ellos lo acusan de mentiroso y obligan a rectifi­car su discurso, aunque a veces -y esto es lo más genial- logra hacerlos entrar en duda y hasta con­vencerlos. Es la historia de un amor frustrado por la falta de dinero, el origen social y los prejuicios sexorreligiosos.

En esto, como en toda la obra de Puig, el sadomasoquismo espiritual (no el físico) es el viaje dentro del cual los personajes pierden definitivamente su por­ción de felicidad.

Comparemos lo anterior con Céline y busquemos el vaso comunicante. Dice en “Viaje al fin de la noche”“He compuesto una especie de oración vengadora y socialista. Se llama Las alas de oro: ‘Nuestro amo es un dios que cuenta los minutos y los centavos, un dios desesperado, sensual y que gruñe como un puerco. Un puerco de alas doradas que cae en todas partes con el vientre al aire, buscando caricias. Ese es nuestro amo, exactamente’”. Y también: “Rencoro­sos y dóciles, violados, robados (nuestros padres), despojados siempre como unos boludos, sí, eran dignos de nosotros: Tienes razón. No hemos cam­biado nada nosotros. Ni cambiamos de calcetines ni de amos, ni de opiniones: o lo hacemos con tanto re­traso que ya no sirve para nada. Nacemos fieles, y así reventamos, nosotros. Soldados gratuitos, héroes para todo el mundo, y monos parlantes, palabras que sufren, eso somos los mimados de la reina Miseria. Ella es la que nos posee. Cuando no nos portamos como es debido, aprieta duro… Sus dedos se nos clavan alrededor del cuello. Hay que tener mucho cuidado si queremos, por lo menos, poder alimen­tamos. Por cosa de nada nos estrangula”.

El destino de los hombres que tienen tesis

En la última parte de mi trabajo quisiera hablar del destino de los hombres que tienen una tesis, de los que son un centro perfecto o casi perfecto.

Hay una gigantesca Biblioteca de Alejandría que funciona día y noche desde el principio de la cultu­ra. Muchos ingenuos suponen que basta tener el li­bro de un escritor para que ese pensamiento se con­serve. En primer lugar, los libros corren riesgos físicos, tal como lo prueba la misma Alejandría históri­ca. Pero ya el propio cambio que sufre el idioma en que fue escrito va obstaculizando la comprensión. Si bien las actuales restauraciones del “Libro del Tao”, de Lao Tsé, son consideradas satisfactorias por los expertos, debemos tener en cuenta que el “Tao Ten King” fue escrito en chino arcaico. Es una verdadera traducción la tarea del erudito. Esto por no hablar de las lagunas en los textos, los errores de copia y las interpelaciones debidas a las “brillantes” interpretaciones de los discípulos, que intenten hacer más fá­cil la comprensión del Maestro y sólo consiguen os­curecerlo, confundir. Ni hablar del “I Ching”, por ejemplo, novecientos años anterior al “Libro del Tao”, y cuya restauración actual debemos a Confucio. Cuando el sabio dice “trueno sobre montaña”, ¿qué quiso decir exactamente? Podemos llegar a sa­ber qué significa para un chino de hoy, pero de nin­guna manera podemos estar seguros de que tal haya sido siempre su sentido. El restaurador, el transcriptor, a veces sólo cuenta con su iluminación personal y una gran dosis de buena suerte para no hacer trai­ción.

Los libros permanecen fijos en sus palabras, pero el mundo cambia y poco a poco ellos quedan atrás. Hay, pues, una incineración natural. Pero también hay desapariciones físicas e, incluso, libros jamás sido: sus “autores” eran tan grandes, lo suyo era tan nuevo y tan en oposición a las creencias de la época, que jamás se les dio espacio o lugar para que crista­lizaran.

Volverse centro, pero centro de verdad, lleva inevi­tablemente a la lógica del poder y ésta a la lógica de la evaporación. Este es el verdadero underground: ese del que no se habla.

No hay que suponer que, si la obra de un hombre tie­ne suficiente genio ello hará que perdure, cualquiera sea la oposición que reciba en su época. Antes bien, es mi opinión que un extremado genio, la excesiva maestría de una obra, es casi una garantía de no per­durabilidad. “La Conjura de los Necios” (para usar el título de alguien que se salvó por milagro de la inci­neración), la conjura de los necios en algunos ca­sos, la conjura teológica en otros ha hecho desapare­cer incontables obras de arte y parte de la sabiduría y las crónicas. Una de las quemas de la Biblioteca de la Alejandría histórica fue por razones koránicas. Hay una obra de Borges que, sin proponérselo, trata implícitamente este tema. Me refiero a “El acerca­miento a Almotásim”. Nos dice Borges“Un hom­bre. el estudiante incrédulo y fugitivo que conoce­mos, cae entre gente de la clase más vil y se acomo­da a ellos, en una especie de certamen de infamias. De golpe -con el milagroso espanto de Robinson ante la huella de un pie humano en la arena- perci­be alguna mitigación de infamia: una ternura, una exaltación, un silencio, en uno de los hombres abo­rrecibles. Fue como si hubiera terciado en el diálo­go un interlocutor más complejo. Sabe que el hom­bre vil que está conversando con él es incapaz de ese momentáneo decoro; de ahí postula que éste ha reflejado a un amigo, o amigo de un amigo. Repen­sando el problema, llega a una convicción misterio­sa: En algún punto de la tierra hay un hombre de quien procede esa claridad; en algún punto de la tierra está el hombre que es igual a esa claridad. El estudiante resuelve dedicar su vida a encontrarlo”.

Ahora bien, según mi convicción personal, Almotásim no sólo existe, sino que ha existido varias veces, no muchas, pero algunas, y siempre con la desapari­ción como resultado final. Alguien tan grande sería insufrible para los necios, no vendría a confirmar las teologías sino a negarlas y a establecer una nueva. Tal vez nos dijese que el monoteísmo es una equi­vocación y que tenemos que volver al politeísmo. Eso sería insoportable. Quizá su concepción política pusiera todo patas arriba. Si la equivocación de to­dos ha sido demasiado grande, ¿se soportaría que al­guien expresase un pensamiento ontológico tan por completo opuesto? Yo creo que no. Creo que un hombre así debería moverse con prudencia, para que no lo maten. Supongo que viviría pobremente, en el rincón de sus posibilidades; la emanación de su enseñanza no se daría mediante escritos, que nadie le publicaría (por suerte para él), sino oralmente, a los pocos que pudieran oír (sin descomponerse) a una parte del horror. 

Es una suposición. No digo que así sea, pero supon­gamos.

(Fuente: https://revistabache.com.ar/cultura/letras/alberto-laiseca-y-la-fuerza-de-la-literatura/)


Descargar:   

Track 01: “La Expiación” - Silvina Ocampo (09:24)

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https://www.youtube.com/watch?v=PU813zi_xoA&list=PL3LHRqpp-eTfiOyoyW6O4-El5JmJgw3CM&index=19

Track 02: “La Mujer de Nieve” - Lafcadio Hearn (08:02)

Link para acceder al vídeo:

https://www.youtube.com/watch?v=0fp-T55O41s&list=PL3LHRqpp-eTfiOyoyW6O4-El5JmJgw3CM&index=18

Track 03: “Ligeia” - Edgar Allan Poe (12:31)

Link para acceder al vídeo:

https://www.youtube.com/watch?v=xluIVI-lRXY&list=PL3LHRqpp-eTfiOyoyW6O4-El5JmJgw3CM&index=31

Track 04: “El Hambre de los Muertos” - Alberto Laiseca (10:25)

Link para acceder al vídeo:

https://www.youtube.com/watch?v=VdU77l-2Uls&list=PL3LHRqpp-eTfiOyoyW6O4-El5JmJgw3CM&index=41

Track 05: “Los Sorias” - Alberto Laiseca (08:01)

Link para acceder al vídeo:

https://www.youtube.com/watch?v=3FSVRiwaPvM&list=PL3LHRqpp-eTfiOyoyW6O4-El5JmJgw3CM&index=72

Track 06: “La Caída de la Casa Usher” - Edgar Allan Poe (08:10)

Link para acceder al vídeo:

https://www.youtube.com/watch?v=84Mof8pgH6Q





Ficha Técnica:

En 2002, I.SAT presentó en su pantalla un microprograma en el que Alberto Laiseca introducía al público en el mundo de lo sobrenatural, relatando las más inquietantes historias de terror. Tales relatos no se debían solamente a las mejores figuras del género dentro de la literatura (Poe, Lovecraft, Horacio Quiroga, Lafcadio Hearn, King, John Collier, Giovanni Verga, Mujica Láinez), sino que, gracias al afán compilador de Laiseca, provenían también de creadores ligados al cine y la televisión, como Akira Kurosawa y Rod Serling (alma mater de “La Dimensión desconocida”). “Cuentos de Terror” fue distinguido en los Premios Martín Fierro, entregados por APTRA a la producción en cable 2003 (rubro “Cultural / Educativo”). También resultó nominado en 2002.

Idea: Mariano Cohn y Gastón Duprat. Dirección de Contenidos: Ralph Halek. Producción General: Marcelo Capurro. Realización: Martín Florio. Producción: Adrián de Rosa. Edición: Mauro Martínez. Diseño de Escenografía: Matecocido. https://www.tvtime.com/es/show/342941