miércoles, 30 de julio de 2014

CD 111 – Luis Pasteur: Una Metodología Fundada en la Constancia y la Aplicación


Louis Pasteur:
Una Vida, Una Ciencia, Un Siglo

Por Carlos E. Sánchez

"Las artes y las ciencias no se funden en un molde

sino que se forman y perfeccionan por grados, con el

uso y pulido frecuente, como los osos lamen

perezosamente a sus cachorros para darle forma".

Michel Eyquem Montaigne


“El hombre es producto de su entorno y su historia. A Louis Pasteur le tocó vivir durante un período de permanente cambio con un pasado glorioso rico en belleza y majestuosidad. Un período donde hubo un emperador, una ocupación extranjera, una restauración, dos reyes, una nueva monarquía -aunque burguesa, una segunda república, un segundo imperio- a veces dictatorial, a veces liberal pero siempre fastuoso e imponente, una segunda ocupación extranjera, una guerra civil, la Tercera República, en fin, una estructura dudosa en la cual los monarquistas, bonapartistas, socialistas y republicanos se mezclaron en luchas filosóficas y políticas. En las minas y las fábricas, la revolución industrial renovó la faz de la tierra que vio atravesados sus campos por el ferrocarril, los mares por los barcos a vapor y sus cielos por la electricidad. La explotación del hombre por el hombre, aunque no nació en ese siglo, tomó proporciones iguales a las del capitalismo mundial.

Sin embargo, jamás las ciencias progresaron tanto. Institutos, laboratorios, bibliotecas se inauguraron por doquier. Las revistas se convirtieron en el mejor apoyo del investigador quien pudo reunirse con sus pares en congresos, en sociedades, en academias. Todas las disciplinas evolucionaron: la arqueología, la geología, la termodinámica, la filología y la fisiología. El laboratorio se compenetró con la industria creando nuevos colorantes, nuevas medicinas y nuevas técnicas. Fue un siglo que se inició con los ejércitos napoleónicos avanzando a pie como aquéllos de Julio César, pero, los de Bismark lo hicieron en tren orientados por el telégrafo. Cuando comienza el siglo el hombre utiliza su propia fuerza o la del animal y cuando termina tiene a su disposición una fuerza mecánica 10 o 20 veces superior a la de un caballo. Cuando debuta sola la conciencia con la razón, resiste a las pasiones; cuando finaliza, el inconsciente toma su lugar. Artistas, filósofos, médicos, ideólogos, escritores, químicos y físicos apenas tuvieron tiempo para percatarse que estaban en una especie de marmita mágica donde se entremezclaron todas las inquietudes para inventar un mundo moderno.

Allí estuvo Louis Pasteur como protagonista de esa época en donde las barricadas, los campos de batalla y los barrios pobres fueron caldo de cultivo para el cólera, la peste misma, el tifo, la tuberculosis y la difteria, que encontraban un ambiente propicio para su propagación. Allí estuvo para ponerle freno a la infección y a la muerte.

Louis Pasteur (1822-1895) es, sin duda, uno de los científicos más populares. Todo el mundo convive con el resultado de sus trabajos: la pasteurización de los lácteos, la calidad de las cervezas y vinos y la prevención de las enfermedades virales. Muchos conocen los resultados de sus estudios acerca de la generación espontánea y sobre todo su descubrimiento de la vacuna contra la rabia. Descubrimiento que lo coloca en el Olimpo de la medicina y que, aún en vida, le ganara el título de "benefactor de la humanidad".

Pasteur no fue médico, ni veterinario. El acerbo intelectual e investigativo de normalista hizo de él un químico, especialista en una disciplina como la cristalografía, fuente y ayuda para múltiples investigaciones de los científicos franceses.

Nada lo preparó para orientarse hacia la medicina; nada preveía que dejara el cristal por el hospital. Fue dentro de él que germinó la fuerza que lo conduciría desde la asimetría molecular al microbio y a la lucha contra las enfermedades infecciosas. Sus trabajos característicamente variados gozaron de la particularidad de haber tenido inmediatamente gran cantidad de aplicaciones, médicas por supuesto, pero también agroindustriales.

En todos estos campos se evidenció una importancia social y económica considerable. Pocas veces un hombre de ciencia ha sido el origen de una cascada de cambios y reformas en campos tan distintos: la salud individual y la higiene pública, la agricultura y la industria. Escasas han sido las ocasiones donde la investigación científica tuviese resultados inmediatamente tangibles para la sociedad y, aún más, que fuesen benéficos y reconocidos por todos. Pasteur, incluso, tuvo la fortuna de ser apoyado por los poderes públicos para obtener el financiamiento económico para sus investigaciones y motivar a los industriales y agricultores para que emprendiesen ellos mismos los derroteros del progreso tecnológico.

A todo esto Pasteur debió su popularidad. Rápidamente fue considerado el arquetipo de sabio, aliado de la ciencia y la beneficencia, la bondad y el desinterés. Esta reputación fue amplificada por sus amigos y notablemente por su yerno René Vallery Radot, autor de la Vida de Pasteur, obra de consulta durante muchos decenios. En el curso de medio siglo Pasteur fue "San Pasteur". Pero, los tiempos han cambiado. La sociedad evolucionó y esta imagen mitificada algo legendaria ya no es la misma. Pasteur hoy nos parece haber sido un excelente representante de la burguesía del siglo XIX, defensor del orden social y moral, no solamente por gusto y convicción sino porque era indispensable para el desarrollo económico.”

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